martes, 5 de julio de 2011

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No es necesario que seas perfecto, que seas invencible, que jamás te permitas una equivocación, un momento de duda.

¿Quién te dijo que tenés la permanente obligación de ser un ganador?

¿Quién te dijo que admitir un error te hace ser menos?

¿Por qué te cuesta tanto pedir ayuda, darle unas vacaciones a tu orgullo?


Aunque te duela esto, te lo voy a decir: nadie está pendiente solamente de vos.

Todos tienen sus propios problemas, sus propios intereses, y aunque te sientas el ombligo del universo, esa impresión es solamente tuya, ninguno la comparte. Porque cada persona es un mundo que guarda lo que ama y protege sus pertenencias y sus conveniencias. Y para ellas serás o no importante en cuanto te necesiten para que su mundo mejore.

Yo sé que te enseñaron que no hay que llorar, que no debes quejarte.

Yo sé que te inculcaron que estás hecho para las “grandes cosas” .


Y todo eso es una carga demasiado pesada y agobiante que te gasta y exige. Crees que te engrandecés, cuando en realidad te convertís en una estatua. Y la soberbia, en vez de hacerte crecer, te empequeñece, te roba las alegrías de todos los días que van haciendo la felicidad.

Date tregua. 

No corras la carrera de la competencia, que te sofoca .

No te impongas metas imposibles.

Querete aunque fracases, a date otras oportunidades de empezar cuando no ganes.